En Sacedón hay una fosa llena con 822 cuerpos tapados con cal e impunidad. Mujeres y hombres ejecutados entre 1939 y 1944. Uno de ellos es Timoteo Mendieta, condenado a muerte en un simulacro de juicio por ser presidente de la UGT.
Su hija Ascensión guarda en su cocina un bote vacío. Cuando la Justicia abra la fosa, ella cogerá un hueso de su padre y se lo llevará con ella a la tumba. Cada día se viste y se peina como si fuera a ser ese día.
“Es mentira que todos somos iguales ante la justicia, y si yo no la encuentro, un día abriré la fosa para sacar a mi padre y que me metan en la cárcel por ello”.
Y a nosotros con ella.